Aquel lunes, al entrar en la sala de profesores habiendo recibido la triste noticia de tu fallecimiento, todos miramos el sillón desde el que nos recibías con gesto amable y tono divertido. Muchos de nosotros, mientras te recordamos, reímos diciendo lo que decías. Y parece que aún vemos tu mirada en la de tus alumnos, siempre los más delicados, los que elegías por amor a la profesión.

Aquí va nuestra promesa, Jonín, memento vivere. Tus cosas chiquitas, las que cuentan, esas no las vamos a echar de menos, no te vamos a echar de menos, compañero, porque no te has ido, estás aquí, estás presente en el Quintiliano y aquí debes permanecer.

“Son cosas chiquitas.
No acaban con la pobreza
no nos sacan del subdesarrollo,
no socializan los medios de producción
y de cambio, no expropian las cuevas de Alí Babá. Pero quizá desencadenan la alegría de hacer,
y la traduzcan en actos.
Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad
y cambiarla aunque sea un poquito,
es la única manera de probar
que la realidad es transformable.”

Gracias por todo, Juanjo, te queremos.